En los tiempos modernos actuales, de medicina súper-científica y súper-tecnológica, ¿qué lugar ocupa la relación médico-paciente? ¿Por qué la creciente brecha entre el paciente y el médico? ¿Por qué la relación de mutua desconfianza entre uno y otro? ¿Qué valor tienen, en el tratamiento, la empatía, el efecto placebo, el ansia de vivir, el apoyo social, la amistad, el amor, la fe y la esperanza? ¿Cómo reacciona el ser humano cuando se siente o se cree enfermo? Problemas éticos en la práctica médica, medicina y religión, el dolor... Son estos y muchos otros aspectos del arte de la medicina los que se tratan en esta obra. El ejercicio de la medicina se finca en una teoría de la enfermedad, expresada en el modelo biológico-lesional de la enfermedad cuyo elemento central es una alteración, lesión o patología que afecta algunas estructuras y funciones del cuerpo humano, alteración que tiene sus causas (etiología) y da lugar a manifestaciones clínicas llamadas síntomas y signos. En la consulta médica el paciente nos informa sobre ciertas molestias o alteraciones en la forma y funcionamiento del cuerpo, sobre ciertos datos objetivos o subjetivos respecto de su salud que él ha venido padeciendo, que le aquejan o molestan. La teoría de la enfermedad en la cual hoy sustentamos nuestra práctica médica nos conduce, de inmediato, a interpretar dichos datos bajo el modelo biológico-lesional de enfermedad, haciendo a un lado los que no caben en dicho modelo; no obstante, son hechos que verdaderamente está padeciendo el paciente y por lo mismo ha ido a buscar ayuda médica. La teoría del padecer tiene sus raíces en una teoría del hombre y se concreta en el modelo del padecer médico, al cual, para ahorrar palabras, llamamos simplemente padecer. El padecer está constituido por lo que inquieta, molesta, hace sufrir al paciente; por lo que le hace pensar que no está bien de salud, por lo que, en una palabra, cree que el médico puede resolverle y lo lleva a consultarlo. Hay un padecer sin enfermedad, entendida en los términos antes expuestos, y otro que es la manera como el paciente siente, interpreta, teme, tolera, acepta o rechaza la enfermedad que en realidad tiene, ya sea ésta aguda, banal —como el catarro común— o crónica y a veces invalidante, como la diabetes mellitus o la artritis reumatoide. El padecer sin enfermedad también tiene sus causas, las cuales nosotros englobamos —un término del modelo biológico-lesional de enfermedad y otro de la filosofía— bajo la expresión lesión existencial. Muchas veces el padecer sin enfermedad se confunde con los síntomas de ésta porque se expresa como sensaciones subjetivas y percepciones objetivas que el paciente tiene de su cuerpo, y como alteraciones corporales evidentes constatadas por el médico. Se trata del muy común proceso de la somatización, consistente en la expresión a través del cuerpo de problemas psíquicos o psicosociales. Es en este enfermo donde está la lesión del padecer sin enfermedad. Además de estos dos tipos de padecer, existe el padecer causado por la intervención del médico y la medicina. Sirvan de ejemplo la ansiedad o el miedo que hacen padecer a no pocos pacientes cuando van a consultar al doctor o a la serie de situaciones desagradables por las que debe pasar un paciente hospitalizado. El tercer tipo de padecer ya no es algo que vive el paciente sino su familia; es la manera como ésta padece la enfermedad y/o el padecer de uno de sus miembros. Puede expresarse de diferentes formas que no es el momento de precisar, pero sí de recordarle al médico su deber de conocerlo, entenderlo y manejarlo. A su sólida preparación biomédica, el doctor Horacio Jinich aúna la cultura y la actitud humanística que hacen de él un médico en verdad completo, pues con igual profundidad científica conoce y maneja el modelo biológico-lesional de enfermedad, que el modelo antropológico, cultural y filosófico del padecer. Los ensayos publicados en este libro son una prueba fehaciente de lo que he dicho. Además, tales artículos son un valioso material para que los médicos sirvamos mejor a nuestros pacientes y éstos sepan que no se ha perdido, ante una medicina muy tecnificada, su condición de personas.