El acierto de Rubenski, en el poemario Coffee Shop Amsterdam, es renombrar y evocar lugares y cosas, el latido que los hace vivir. El poeta se impregna del fondo de lo observado, vibra con lo que lo hace distinto y extiende su esencia a una época o país. En el brillante ejercicio geo-poético de un referente real: sus ocho días en Amsterdam.