En los albores del año 2005, los lectores de me cayó el veinte tendrán ya entre sus manos este número 10 correspondiente al otoño de 2004 titulado: Juntos en la chimenea, que publicamos con su texto vecino: Elogio del deshollinador y otros ensayos de Charles Lamb. Y precisamente, juntos, en el mismo horizonte de trabajo que desde hace veinte años caracteriza las actividades de la école lacanienne de psychanalyse, los autores que conforman esta entrega escriben, cada uno, ese lazo de escuela que resulta en producción: producciones en torno al tema del amor y al carácter estructuralmente erótico del psicoanálisis. La posición del amor —dice Lacan en Le transfert dans sa disparité subjective, sa prétendue situation, ses excursions techniques— es la posición más precaria, más amenazada, más clandestina en la sociedad, y deviene paradójica en el lugar más protegido de todos: el del consultorio del analista. Pero la paradoja, la esencia misma del Witz, también es una vía privilegiada para acceder, por este medio, a un saber que permanece escondido. Es Lacan mismo quien, siguiendo a Anna O. y a Freud, se preguntó respecto al lugar más protegido, el consultorio, lo siguiente: ¿cómo se sale de la chimenea donde se deshollina? Sin embargo, si bien hay ahí un problema aún no resuelto, tal parece que mientras no haya una tentativa por ver qué pasa en la chimenea, no se podrá abordar la manera como ambos, analizante y analista, salen de ella. Este número es una punta del iceberg. Los trabajos que publicamos ahora intentan asomarse, mediante sus cuestionamientos, a lo que ha sucedido en algunas chimeneas, o a la manera de estar en las mismas. Así, Gloria Leff nos evoca en El psicoanálisis: una chimney cure, algo que parece muy sencillo de recordar: la transferencia incluye juntos al sujeto y al psicoanalista, afirmación que para advenir le implicó a Lacan muchos años de cuestionamientos hasta llegar a indicar, más adelante y de manera nítida, que en la situación analítica sólo hay un sujeto. Es Anna O. quien le ofrece a Leff la materia prima de donde parte su recorrido, al inventar dos designaciones diferentes para describir el procedimiento psicoanalítico: el de talking cure y el de chimney sweeping. A partir de ahí puede establecerse un símil entre la chimenea y la situación analítica. Lacan es la otra punta de lanza desde donde este ensayo se construye, cuando, al final de la sesión del 23 de enero de 1963, se pregunta: Cuando se sale juntos de una chimenea, ¿cuál de los dos va a lavarse la cara? Leff cierra con lo insólito, lo que el lector pocas veces habrá de hallar así circunscrito: la chimney cure [¿no era chimney sweeping?], el psicoanálisis, ¿es una acción simbólica del coito? Rodolfo Marcos-Turnbull, por su parte, nos detiene en esa cuota: Diez francos la consulta, y Sabina Spielrein ¿la paga? Eso es lo que el lector descubrirá si se deja guiar por ese texto que se ocupa de la primera experiencia que se conoce en la que el analista se enamora de su paciente, es decir, de la relación entre Sabina Spielrein y Carl Gustav Jung y, al hacerlo, nos muestra el elemento radical de la ruptura Freud-Jung: una cogida sin consecuencias cuesta diez francos (Sabina dixit). Es así como reencontramos en este trabajo ese sintagma freudiano acerca de Jung: dentro de poco destruirá la obra que hemos puesto laboriosamente en pie, sin que él mismo llegue a hacer algo mejor. El affaire Jung no termina aquí, Antonio Montes de Oca T. lo aborda a partir de la lectura de un intercambio epistolar entre Freud y Jung, y nos entrega: En tratos con el diablo… Es llamativo, nos dice, que Freud llame ‘teológico’ a un estilo que abunda en invocaciones al demonio: Jung se considera el destinatario de una jugarreta diabólica practicada por quien se vale de lo mejor de las cosas para fabricar inmundicia. No falta aquí el Fausto de Goethe: ¿En tratos con el diablo, y le temes al fuego?, le dice Freud a Jung. Y lo que Montes de Oca pone de relieve en su ensayo, que se concentra en un hilo de la participación de Sabina Spielrein en la historia del psicoanálisis, es el erotismo en la experiencia analítica, en tanto que el psicoanalista opera en su oficio con un amor que, en ocasiones, podría calumniar e incluso chamuscarlo. La colaboración entre dos hombres en los orígenes del psicoanálisis es de lo que se ocupa Estela Maldonado quien, en Freud con Breuer, recrea la génesis de las disidencias doctrinarias entre ellos y sus consecuencias en el tratamiento de algunos enfermos. Tales diferencias de Freud con Breuer comenzaron a dibujarse tempranamente y, nos explica Maldonado, eso conduce a Freud a contar con Breuer como un instrumento, pero no a coincidir con él. La preposición con debe entenderse, nos dice, en dos de sus sentidos: como compañía, hacer con otro, y también como instrumento, medio o modo. Sin embargo, es en ese estar de Freud con Breuer, en lo que el texto nos detiene. Nuevas vías en la técnica psicoanalítica es un fresco ensayo escrito en 1932 por Theodor Reik y que reproducimos aquí para así contrastar el abordaje de los mismos asuntos por un contemporáneo de Freud en los orígenes del psicoanálisis y por los autores y estudiosos actuales. En una muy cuidada traducción de Antonio Montes de Oca T., Theodor Reik comienza su ensayo hablando de la creencia en el efecto mágico de las palabras y de la sorpresa, y va puntualizando algunas interesantes cuestiones acerca del lugar del analista. Se sorprende ante la clínica psicoanalítica: ¿Pero acaso hay algún otro método de investigación que, desde el principio y por su propia naturaleza, cuente con las sorpresas? ¿Hay algún otro tipo de empresa diagnóstica o heurística tan desprovista de una estrategia fija, tan falto de sistema, tan carente de previsión o cuidado por lo que vendrá? […] El analista, por otra parte, cuando quiere descubrir una verdad psicológica, se comporta en forma tan extraña como si fuera el aprendiz de una bruja: Pero al que no piensa / Le llega el conocimiento / Y lo obtiene sin apuro. El tema de el doble en Das Unheimliche (1919), partiendo de un detallado análisis de los términos unheimlich-heimlich, da pie a Hélyda Peretti en Esa extrañeza inquietante, para presentarnos y precisar la operación en la que Lacan nos muestra lo que ocurre cuando el a se apodera de la imagen. Giro importante según el cual el imaginario es otro, está regido por a, y el sujeto dividido pasa a ser un correlato de él. Para mostrarlo, Peretti se sirve de El Horla de Guy de Maupassant, en el que podemos leer ese pasaje que va del bienestar más completo a la extrañeza inquietante. Del doble pasamos al Ser de a tres, danza de cuatro donde Marta Iturriza nos muestra, a ritmo de vals, el abanico que Freud abrió para el amor: ya en su estofa narcisística, ya en su dimensión pulsional. A partir de una forma extraña de amor, el baile —uno, dos, tres…— continúa a lo largo del escrito: Freud/Lacan/Iturriza; Lol. V. Stein/Marguerite Duras/Margarita de Navarra y su Heptamerón, con sus queer stories, hasta llegar a Dora y su danza de cuatro. Versiones simples versus formas extrañas de amor entretejen un ser de a tres del que se ocupa la autora y en el que un objeto se aloja: la mirada. Continuando con las queer stories, Manuel Hernández García nos presenta en esta ocasión El psicoanalista, un lugar algo queer, cuya lectura presupone, nos dice, la del libro de David M. Halperin, San Foucault. Para una hagiografía gay, de quien también presentamos una contribución en este mismo número. Hernández parte de ese lugar que el psicoanalista ha ocupado, tanto en su relación con la ciencia, como en la historia misma del psicoanálisis, en el que continuamente toma una posición marginal e instrumenta una operación de excentramiento inherente al psicoanálisis mismo. Se refiere a eso como: un lugar algo queer en contraste con quienes han optado por un lugar del lado de la normalidad social, olvidándose de lo que Freud hizo. Entonces, anota Hernández García, actualmente, quien busque convertirse en analista u operar como tal, puede optar por una posición vulnerable, consecuencia de darle la palabra a otros desde un deseo de diferencia. O bien, puede inscribirse en la vía de una formación etificante y conocedora de la psicopatología, para poder después, con toda autoridad, dictar normas y clasificar a los demás. La contribución de David M. Halperin afina el tono del número al hacer una lectura de Platón tomando, básicamente, La República y El Banquete, sin soltar el hilo de su título: Amor e ironía. El amor aparece en este ensayo convertido en un lugar privilegiado para ver a la ironía que, además de ser tema, se hace presente en la manera de escribir del autor, quien nos dice que como forma literaria, la historia de amor irónica se distingue por la forma en que sostiene perspectivas opuestas en un equilibrio inestable y dinámico. La ironía, actuando como fiel de la balanza, pone al sexo en un lugar distinto del amor. En una lectura filosa de la película Querelle de Rainer Fassbinder, dice: De este modo, Fassbinder demuestra la extraordinaria habilidad del éxtasis erótico para evitar la ironía, para que no desinfle la intensidad sin aliento de la excitación sexual, a pesar de las provocaciones casi irresistibles para hacerlo. Y si el lector piensa que ya todo está muy claro, se equivoca: Así pues, pareciera que el deseo erótico yace en el extremo más distante de la ironía. Sin embargo, sería difícil imaginar una demostración más poderosa o elocuente de ironía, que la experiencia vivida del deseo erótico. No es accidental que Platón, la primera persona registrada en la historia de Occidente que formulara una teoría del deseo erótico, sea también la fuente de nuestro concepto de ironía. Halperin nos lleva por su escrito hasta concluir en una afirmación que ubica El Banquete como la primera obra en la cultura occidental que puede reclamar —y exige— que le demos el título genérico indiferenciado de literatura. Danielle Arnoux arma, como quien maneja un rompecabezas, una Cronología precisa de los amores y otros eventos importantes en la vida de Sidonie Csillag, la joven homosexual de Freud, la que lo llevó a escribir, en 1920, Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. 1) Sidonie y su dama, episodio freudiano; 2) Cuando las cosas comienzan a pegar; 3) Wjera; 4) En Cuba; 5) Europa, vidas devastadas. Petzi; 6) Dama de compañía. Bangkok, Algeciras, Estados Unidos, Viena, Río; y, 7) Una casa propia en Cáritas, son las piezas con las que la autora juega y en las que basa su colaboración para este número. Ines Rieder y Diana Voigt escribieron un libro en el que Arnoux se apoya, titulado Sidonie Csillag, homosexuelle chez Freud, lesbienne dans le siècle, traducido del alemán por Thomas Gindele y publicado por Epel, París, 2003, del cual existe ya una versión en español: Ines Rieder y Diana Voigt, Sidonie Csillag. La joven homosexual de Freud, en traducción del alemán por Martina Polcuch, y editado por El cuenco de plata y Ediciones literales de la école lacanienne de psychanalyse, Buenos Aires, 2004, en la que se incluye, también establecida por Danielle Arnoux y como anexo, lo que podría llamarse un antecedente de esta versión de la Cronología que aquí presentamos ampliada, comentada, y con un fino sistema de tipografías diversas a través de las cuales la autora señala ciertas articulaciones y cuestionamientos que invitan a la reflexión. Cuando Marie-Claude Thomas escribe en Autismo TotalLanguidez, ensayo que aquí publicamos: aceptaron mi contribución sin saber demasiado bien en qué iba a consistir su extravagancia, parece alejarse del tema central de este número y, sin embargo, la hemos llamado para venir a cerrarlo en tanto que una lectura cuidadosa de su extravagancia nos devela al autismo como una extraña historia de amor que se convirtió en eso por el efecto de un atraco: el del behaviorismo [con-ductismo]. Luego de hablarnos de la invención del autismo por el behaviorismo —dentro de coordenadas científicas, políticas y económicas muy precisas— nos propone tomar a la depresión por el sesgo del autismo, es decir, por el sesgo de la depresión de la lengua —de la destrucción de la capacidad hablante de la lengua. Se apoya para ello en una extraña historia de amor: Basta con leer, no quiero decir el testimonio, sino la cruzada de July Barron con y de su hijo Sean para convencerse de ello: esta madre es una guerrillera y, me atrevo a agregar, dice Thomas, una guerrillera de eros. Como se dijo en las primeras líneas de esta Noticia, el libro de la colección TEXTOS DE me cayó el veinte que acompaña en esta ocasión al número de la revista, es una selección de ensayos de Charles Lamb. El ensayo personal, género de la literatura que cultivaron de manera especial los ingleses, encuentra en Lamb a uno de sus máximos exponentes. En relación con las palabras, tenía una preferencia por lo antiguo, por la prosa renacentista de escritores como sir Thomas Browne, por un vocabulario arcaico usado con una cierta solemnidad que produce un giro cómico. Además, su literatura tenía que ver con las palabras por su experiencia con la locura, en el lazo con Mary Ann, su hermana, con quien vivió toda su vida. Cuando le escribía a su amigo Coleridge: Estoy casado con la fortuna de mi hermana…, decidía también dejar para siempre la poesía. Sin embargo, integrados a sus ensayos, van apareciendo algunos versos, como en Elogio del deshollinador: Deben felices mozos y mozuelas / igual que deshollinadores, volver al polvo. Golden lads and lasses must, / as chimney-sweepers, come to dust. La ilustración de portada es una inspiración de Sandra Pani en gouache y lápiz sobre papel. Le agradecemos, como a todos los artistas que número a número nos dispensan su generosa colaboración, el gesto desinteresado.