La cirugía y la anestesia, desde sus orígenes, han roto contundentes paradigmas en distintos tiempos. Sus alcances y perspectivas sobre la capacidad de resolución se modifican a toda prisa a la par que reciben la influencia de la ingeniería biomédica, la informática, la robótica y la biología molecular. Es por eso que el acto quirúrgico es un espacio que requiere momentos de excelente interacción, adaptación o replanteamiento de conceptos cuya estructura fundamental estriba en la relación humana que se establece entre un equipo médico, administrativo y técnico en concordancia con los enfermos y sus familiares. Así, la actuación aislada, autocrática de un cirujano envuelto en un procedimiento de simple disección o extracción es cosa olvidada, en tanto que la asociación de su talento con otras disciplinas es el nuevo tipo de acuerdo. Quienes no se suman a este dinamismo cometen una injuria bioética de alto costo científico. Aquellos que suscriben su compromiso a la excelencia profesional, a la exaltación del hombre como persona humana, al espíritu universitario y a la razón natural de la pasión intelectual, encuentran un orden natural, la pluralidad y la interdisciplina, signos del siglo XXI. Y entonces, ahí están las contribuciones de la epidemiología y la estadística con relación al riesgo y al pronóstico; la sociología y la antropología en su aportación del complejo cultural ante el trasplante hepático o de rostro; las ciencias elementales histológicas y la modificación del sistema inmunitario en la colocación de células madre del corazón; la física y la mecánica en la invasión mínima de toda cavidad anatómica; la electrónica y la experiencia nuclear en la acción transcraneal para eliminar tumores en el cerebro; la biomecánica y el análisis de materiales en la reconstrucción de macizos faciales de titanio en zonas afectas por cáncer. Ejemplos habrá tantos como acciones existen en esta nueva medicina que nos ha tocado vivir, en la cual quienes atendemos a los enfermos alrededor del acto quirúrgico contamos con información e interacciones que hace algunos años sencillamente no imaginábamos. Es ésta la frontera en la cual apostamos por modificar el concepto de valoración preoperatoria por un fenómeno bien diferente, por el suceso que ocurre alrededor de una operación. Por la utilización de un adverbio –que como todo instrumento lingüístico conlleva una impronta filosófica del quehacer y del cómo hacer– que significa entorno a algo, esto es, buscamos definir las acciones concretas de la medicina alrededor de la cirugía. Enrique Díaz Greene, internista e intensivista de importante trayectoria, asume este riesgo. Busca, estudia, indaga e insospechadamente traza líneas de orden significativo para proponer modificar conceptos tradicionales. Su poder de convocar y su habilidad para conciliar en el plano académico le permiten, mediante su actividad de todos los días, estructurar una serie de documentos editoriales en diversos temas, todos situados en el borde de la polémica por ser novedosos y reconciliadores en temas profundos. Este texto es un claro ejemplo. Sus coautores agradecemos el espacio intelectual y su benevolencia en el tiempo, ambas situaciones ingredientes sin condición para un escritor.