La ira es un sentimiento dañino que surge en el ser humano y se apodera de él. No existe forma de evitarla naturalmente. Es decir, puede considerarse como una expresión básica del hombre. Un sujeto iracundo está lleno de fuerza. Su temperatura se eleva. Sus latidos cardiacos, el pulso y la presión arterial también. Su único medio de expresión es la destrucción. Ésta puede generarse con palabras, gestos y/o acciones. Cuando se presenta con palabras el sujeto dice todo lo que antes no había pronunciado. Expresa la realidad de los sentimientos ocultos hacia la persona en la que se detona su emoción. Y generalmente comenta sobre sujetos allegados a quien dirige sus palabras. Normalmente siempre involucra en su discurso a gente vinculada a su víctima, afectiva, social o laboralmente. Cuanto más cercano emocionalmente esté el agresor a la víctima (por así llamarla), más fuerte en intensidad será la agresión. Para que se dé una total explosión de ira se requiere de la participación de la víctima, misma que no tendrá que ejecutar grandes actos para avivar la acción en su violentador. El sujeto iracundo, cuando ataca verbalmente, transforma su expresión y su porte. Sus ademanes y gestos cambian. Se vuelven toscos, aunque muy bien coordinados. Hay focalización de la agresión, bien a un objeto, bien a un sujeto. Esta focalización verbal puede saltar a física en instantes. Para que de verbal se transforma en física basta con que la víctima responda con una mirada o una frase lo que el iracundo proyectó.