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La vida es riesgo

$ 346 MXN


Autor: Lifshitz Guinzberg, Alberto
ISBN: 9789687620282
Edición: 1
Sello: Editorial Alfil, S. A. de C. V.
Colección:
Código: 9789687620282
Editorial: Editorial Alfil

Vivir en el desorden, el caos, las contradicciones, los celos, las traiciones, las luchas, los socavos, es, no obstante, vivir. Hacerlo entre enfermedades, desilusiones, agresiones, es, no obstante, vivir. Transcurrir entre peligros, amenazas, inseguridades, violencias, miedos, intimidaciones, es, no obstante, vivir. Salud y enfermedad conforman un continuo de la reserva a la discapacidad. Vivir es ciertamente arriesgado. Todos los días sufrimos la exposición a innumerables situaciones que atentan contra nosotros, no sólo en las grandes ciudades sino incluso en los más apacibles parajes. Los microbios —dentro y fuera de nosotros—, los alimentos, las diversiones, el transporte, las diversas formas de contaminación del ambiente, tanto el general como el laboral, el clima, los comportamientos de los demás y el nuestro: todos se constituyen también en potenciales agresores, al tiempo que conforman nuestro entorno vital. Hay suficientes argumentos para alimentar cualquier tendencia paranoide u obsesiva. En cambio, la visión optimista soslaya los riesgos y hace que se disfrute la vida. El término medio los considera, los pondera, los evita o los enfrenta. Esta serie de escritos aborda varias de estas amenazas, aunque no lo hace de manera sistemática y exhaustiva. La responsabilidad por la salud corresponde a muchas personas e instituciones, pero empieza en los propios individuos; en la medida en que éstos estén mejor informados, podrán enfrentar los riesgos con mayor éxito. Por otro lado, el interés del público en los temas de salud ya no sólo se restringe a lo que pueda afectar la propia, sino que se ha constituido en un motivo de desarrollo cultural y hasta en un interés lúdico. Los temas de salud tienen sus lectores, como lo prueba el éxito de muchas publicaciones periódicas dirigidas a la población general, que la reorientan en función de este interés público. En este texto se ha procurado eludir la enojosa jerga técnica que vuelve tan antipáticos a los médicos. El propósito no es tanto favorecer la salud de los lectores (sería una aspiración desmedida a partir de estos modestos escritos), sino estimular el interés profano por estos temas. Al fin y al cabo, la medicina es parte sustancial de la cultura en la medida en que la enfermedad deja sus improntas en las vidas de todos y en que se vincula con el desenlace último de cada persona. Asumir la salud no sólo implica adoptar conductas para preservarla, sino intentar entenderla mejor. Los límites entre salud y enfermedad son imprecisos, acaso convencionales. La mejor manera de visualizar el proceso salud enfermedad es mediante un continuo que tiene en un extremo al bienestar (si se quiere, a la felicidad) en su máxima expresión, y en el otro a la discapacidad y la muerte. La transición entre uno y otro extremos se realiza en forma paulatina, de tal manera que cada persona se ubica en un punto de este espectro, a partir del cual siempre hay forma de mejorar o de empeorar. En otras palabras, un individuo sano siempre puede estar más sano, y un enfermo puede enfermar aún más. Esto da sentido a las intervenciones sanitarias que aspiran amover a las personas hacia el extremo que más se aleja de la discapacidad y de la muerte, y a incrementar la reserva actuarial en salud mediante mejor nutrición, acondicionamiento físico y preparación psicológica y cultural. Pero las aspiraciones a favor de la salud también son aprovechadas para comercializar servicios y productos, muchas veces con el auténtico propósito de propiciar mejores niveles sanitarios, y otras tan sólo para desarrollar un negocio sustentado en la venta de ilusiones sin sustento. El mercado de la salud es un mercado imperfecto; los bienes y servicios no siempre se demandan en función de su valor sanitario, sino con frecuencia con base en lo convincente que sea la publicidad, muchas veces tan sólo por su vistosidad o su milagrosa promesa. En la medida en que el público avance en su cultura médica, podrá ir perfeccionándose este mercado, a modo de sustentarse en los valores sanitarios y no sólo en los mercantiles. No cabe duda de que los profanos se dejan engañar, y cualquier advertencia por parte del gremio médico o de la autoridad sanitaria tiende a interpretarse como una reacción ante la competencia, como celos profesionales o como contra propaganda. Este libro ofrece a los lectores no especializados algunos motivos de reflexión en torno a temas de salud que, en el peor de los casos, tan sólo aumentarán su interés por los maravillosos fenómenos que ejemplifican.