Con sus varios capítulos cortos, La vida de las líneas ensaya una correspondencia, parecida a una colección de cartas. No son cartas del terreno, escritas desde alguna localidad lejana que podría parecerles extraña y hasta exótica a los que las reciben en el país de origen. Escribo sobre un mundo que todos podemos experimentar al caminar por el suelo durante el día y al observar las estrellas en la noche, al dibujar líneas o al hilar una hebra, al llevar nuestras vidas junto con otros. Les invito a juntarse conmigo en esta experiencia, y a compartir las muchas preguntas desconcertantes que emanan de ella.