El retablo que Sainz construye aprehende una parte pequeña del sistema cultural colonial, menos por sus ideas que por su ritmo y su tono, y recrea estos elementos con base en una serie circular de palabras que conjuran imágenes. El resultado es satisfactorio no sólo por lo que se refiere al experimento verbal, sino por el acercamiento al pasaje histórico: la ligereza, el humor, el placer y la humanidad rotunda de los hijos de la Nueva España al arribar el siglo de la Independencia, al lado de la intolerancia, el miedo, el castigo físico.