El lector tiene en sus manos un juego que se cumple en la profusión de la belleza femenina. Carlos Ranc (inútil preguntarnos cual es su ranking ) y Minimalia han decidido combatir la infinita fealdad del mundo que nos rodea con esta colección de separadores. El arma es sutil y su mayor fuerza es la sorpresa: no podemos predecir en qué página de qué novela alemana, de qué libro de desesperados poemas o de qué manual de química orgánica, o al reverso de que número telefónico apuntado en apuros, hemos de vislumbrar, súbitamente, el perfil de uos senos, la curva de unas peirnas, el pelaje se un sexo que nos devuelvan las ganas de vivir. Y es que quizá la novela alemana, el libro de versos desesperados, el manual de química orgánica o el teléfono de un dentista que nos ha recomendado, no cumplan con el mismo cometido. Las ganas de vivir, la idea de que es mejor estar vivos: creo que esa es la verdadera función del erotismo. El lector tiene en sus manos muchas variaciones de una misma promesa de felicidad, porque estos vislumbres de mujer no son otra cosa. ¿Hay algo mejor para aferrarse a la vida que la visión de los territorios del deseo? Los dibujos de Carlos Ranc en realidad no necesitan ninguna explicación ni justificación. Tampoco el cuerpo humano (por eso es que siempre hay algo chocante o absurdo en loslibros de educación sexual), ni mucho menos nuestra mirada. Miremos como el deseo nos haga mirar: sujetémonos a esta libertad. En esta serie de dibujos, Carlos Ranc comparte con nosotros sólo un cierto rango de su mirada: su mujer no tiene rostro, pero tampoco es pura sexualidad; la observamos siempre a una distancia que invita pero que también deja que la imaginación complete el ratrato, acercándose más, alejándose más, perfumando, oyendo, acariciando. En el erotismo la imaginación lo es casi todo, y Carlos Ranc apuesta todo a la búsqueda de ese casi. Naturalmente elude los extremos; ni el manual de anatomía, ni la hoja en blanco, tienen nada de erótico. Está muy obsesionado por los senos, por esos bultos de dulzura a la vez desparramándose y a la vez conteniéndose, cuyos pezones parecen ojos que evitan, tímidos, encontrarse con la mirada del artista. Y por las piernas, y por los desplazamientos del vientre flexionándose, y por los pequeños bultos o lonjitas que aquí y allá nos hablan de la plenitud de la carne... ¿Es sólo una la mujer que dibuja Carlos Ranc? El cuerpo se parece, pero ¿hay acaso mujer que sea sólo una? Que tu biblioteca se pueble de estos dibujos; que tu mirada los encuentre cuando más los necesite; que tu deseo viva y te haga vivr, que creas en esta apuesta por la dicha. Pablo Boullosa