Para leer Cuento amarillo, hay que seguir el consejo de la muchacha del vestido rojo con pequeñas flores negras de “Ácido”: “Vete con cuidado, Adriana Conde”. Y tiene razón, porque no hay asidero lógico, ni tierra firme dónde pisar. Adriana, la protagonista de este fascinante ejercicio de imaginación que se lee con deleite, anhela convertirse
en escritora.
Sus personajes son mellizos que se cuadriplican en los espejos, escarabajos carmesíes que salen de las orejas, o escorpiones voladores. El tiempo se desdobla en una especie de oleaje en avance y retroceso. Recorren las historias lo onírico, lo ilusorio, y un erotismo que estalla como un ácido bajo la lengua. Leda Rendón agranda sus alas y nos invita a volar con ella.